lunes, 15 de marzo de 2010

Mi cita con la democracia

Por: María Rocío Arango R.

No será muy popular lo que voy a decir, pero es cierto: Me gustó ser jurado de votación.

Llegué tempranito. Todo estaba dispuesto: la mesa, las sillas, la señalización y el kit electoral. El delegado de la Registraduría y el representante de la Policía Nacional estuvieron no sólo a tiempo sino dispuestos a ayudar en la instalación de las mesas. Mis compañeros se hicieron presentes a la hora señalada y comenzamos con la rutina que nos habían enseñado en la capacitación: Abrimos el kit electoral y encontramos la cartilla de instrucciones. Adivinen cuál era la primera instrucción: ¡Abrir el kit electoral!...

Con respecto a las instrucciones.... Bueno, parecían una novela, mala por cierto. En lugar de una lista de actividades y de procedimientos claros, descripciones demasiado largas que nos hacían perder tiempo y, la mayoría de las veces, nos confundían. Pensé en Cortázar, añoré sus instrucciones para llorar y seguí adelante.

Empezaron a llegar los votantes. Me tocó una mesa con cédulas muy recientes. La gran mayoría votaban por primera vez. Dos gemelas idénticas con sus números de cédula consecutivos. Una pareja de novios que decidió sacar la cédula el mismo día para conmemorar, por siempre, su amor. Un muchacho muy joven llegó en monopatín, con el carné de la universidad, la tarjeta débito, el celular, el ipod, pero sin cédula. Muchos llegaron acompañados por sus padres. ¡Ah! Qué "bonitos" son los papás. Les ayudan a sacar la cédula, los cuidan, les hacen repetir por quien deben votar, verifican que sí hallan marcado los tarjetones y les ayudan a introducir los votos en las urnas... No faltó la familia completa, con abuelita a bordo, que intentó tomarle una foto al neófito votante mientras señalaba a su candidato en la tarjeta electoral o depositaba su voto en la urna. Otros, los más, declaraban no tener ni idea del proceso electoral y pedían capacitación. (Lamentablemente no se les podía enseñar, por prohibición expresa de La Registraduría) No faltó el que pidió el significado de la palabra "circunscripción" y los que anularon el voto al marcar "voto en blanco" en las circunscripciones especiales.

Así transcurrió el día. Me asombró y lo celebré. En esa mesa hubo alta presencia de votantes. Me gustó que personas tan jóvenes estuvieran interesadas en participar en las elecciones. Y aunque es menester hacer más capacitación, la apatía electoral de otros tiempos parece haber retrocedido aunque sea un poco.

Llegaron las 16:00 horas. Nadie dio una señal pero todos entendimos que era hora de empezar el arduo procedimiento para el conteo de los votos. Total hombres. Total mujeres. Total número de votantes en la planilla E-XX. Hasta ahí todo bien. Procedimos a abrir las urnas. Más de 900 votos...

Los separamos por tipo de voto, luego a contar para verificar con la planilla. Luego a separar por partido y a llenar el "cuentavotos". De un momento a otro me sentí en una sala de bingo: C22, U34, Manito 6, L34, U32, C21, Pin2... Lentamente fuimos llenado la planilla que según nos dijeron en la capacitación haría más fácil el conteo. Lo que no sabían o no nos dijeron en la capacitación es que, salvo una o dos excepciones, ningún candidato de ningún partido tuvo más de 3 ó 4 votos. Tampoco nos contaron que la sola planilla "cuentavotos" tenía más de 10 páginas. Pero bueno, logramos después de casi una hora totalizar la planilla. ¡Qué alivio!

Pero ¡oh sorpresa! Había que transcribir los datos cuatro veces. Así como suena, CUATRO veces. Las probabilidades de error aumentaron considerablemente. Un sólo número mal transcrito de una planilla a otra y el proceso quedaba mal hecho. Y ese procedimiento había que hacerlo cinco veces: para Senado, Cámara, Parlamento Andino, consulta del Partido Verde y consulta del Partido Conservador. Los formularios de los dos primeros, pero sobre todo el de la Cámara, contenía cientos de movimientos políticos correspondientes a las circunscripciones especiales que no habían recibido un sólo voto pero que había que llenar con ceros, tres veces por cada uno, en cada copia del formulario.

Tres horas después terminamos de contar y registrar los votos. Empacamos la documentación en una serie de sobres que más parecían muñecas rusas. Pero a diferencia de éstas, los sobres no están diseñados para la cantidad de papeles que hay que empacar. Cargamos nuestro equipaje y fuimos a buscar a los delegados de la Registraduría para que revisaran y nos dieran el certificado o "boleta de salida". A las 19:45 terminamos. La jornada fue larga pero nos fue bien. No tuvimos errores, hicimos nuestro trabajo honrada y responsablemente.

Camino a mi casa prendí el radio quería escuchar las noticias del proceso y saber cómo iban los escrutinios. Me sorprendí cuando el periodista le hacía la crítica a la Registraduría por la lentitud en el conteo de los votos. ¿Lentitud? ¿Será que a los periodistas, que por cierto estuvieron todo el día cubriendo las elecciones, no les contaron cómo era el proceso? ¿Será que nuestras cadenas radiales y televisivas no recibieron capacitación sobre el escrutinio? ¿Cuántos partidos políticos creen nuestros medios de comunicación que hay en Colombia? Por un momento pensé en los digitadores de toda esa información. Sentí compasión por ellos... su trabajo apenas comenzaba y tenían la tarea de identificar los números en esos espacios minúsculos que tiene cada planilla. Además ellos, los digitadores deben estar sujetos a una presión acuciante de jefes que quieren quedar bien con todos y en especial con los medios.

Me gustó ser jurado. Entendí que nuestro sistema electoral está diseñado para el error humano y las fallas técnicas. Para los contratos gigantescos y para que por las hendijas de todas esas planillas y bolsas se cuele, de tanto en tanto, la corrupción electoral.

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