lunes, 27 de abril de 2009

Piratería

Por: Santiago Silva Jaramillo



La piratería es una consecuencia lógica de la anarquía. Allí donde la ley es ignorada y el orden no existe se está encubando al bandidaje, en este caso, al bandidaje acuático. Cuando un estado pierde, o nunca ha tenido el control eficaz sobre el monopolio de la fuerza, es imposible evitar que emerjan este tipo de grupos, que viven de la extorsión y el robo. Y que sus medios se vuelvan más sofisticados y sus recursos más abundantes solo depende de la continuidad de la incompetencia de ese estado. Cuando traspasa las fronteras sin embargo, se convierte en la evidencia de la incompetencia de la comunidad internacional.
Es exactamente lo que está ocurriendo en el golfo de Adén y el Océano Indico con los piratas somalíes. El flujo de barcos que transita esta zona es inmenso y de vital importancia para el comercio mundial y el abastecimiento de hidrocarburos de Europa y EEUU. Las acciones de los piratas, que cada vez son más temerarias y alejadas de sus costas, convirtieron el estratégico golfo de Adén (que conecta al Océano Indico con el mar Rojo y el canal del Suez) en uno de los lugares más peligrosos de la tierra. Las naciones con intereses en la zona ya han desplegado navíos y han constituido una fuerza conjunta que pretende controlar las acciones de los piratas. Sin embargo, los hechos de comienzos de abril demuestran que tan inútiles han resultado los patrullajes de las fuerzas internacionales. Los secuestros de barcos y tripulaciones extranjeras continúan y lejos están los somalíes de dar muestras de temor frente a los barcos de guerra europeos, chinos y estadounidenses, más bien, parecen alentados por un deseo a desafiarlos. De la misma forma, para las fuerzas internacionales resulta un objetivo inocente el intento de controlar efectivamente toda la zona amenazada, los piratas somalíes se trasladan y cambian sus centros de operaciones constantemente, volviendo casi imposible adivinar donde se realizará su siguiente golpe.
El problema hay que atacarlo desde donde comienza no donde tropieza con los intereses de otros. El problema no comenzó en el golfo de Adén o el Océano Indico, ni siquiera en las costas somalíes, el problema comienza en Somalia y en el hecho de que la anarquía se le éste saliendo por las costuras una vez más, regando inestabilidad a su alrededor. Pero nadie quiere intervenir directamente, las experiencias internacionales han demostrado que tan frustrante, en el mejor de los casos, puede resultar una intervención armada en una nación azotada por la anarquía y las luchas intestinas. Mejor actuar con prudencia, piensan las potencias, ineficaz y parcialmente, pero evitando involucrarse en los combates entre los señores de la guerra somalíes.
Es claro entonces que la solución a la que se ha consagrado la comunidad internacional será ineficaz, los ataques continuarán y se harán cada vez más osados. La piratería es un negocio rentable, cuesta poco sostenerlo y los beneficios pueden ser gigantescos, y mientras en Somalia nadie tenga la capacidad de imponer el orden, una constante para los marinos que navegan temerosos frente a las costas del Cuerno de Oro de África.

domingo, 19 de abril de 2009

Sobre libros y ciencia política

Por: Jose Antonio Fortou R.




En el primer capítulo del Nuevo Manual de Ciencia Política (1996), texto “oficial” de la Asociación Internacional de Ciencia Política, los editores Robert Goodin y H.-D. Klingemann, además de presentar una interesante definición de política y una amplia visión sobre el estado de la disciplina, proponen, en base a un análisis estadístico de todas las referencias contenidas en el Manual, una lista corta de los diez autores más productivos (los llaman powerhouses): integradores de la disciplina que son referenciados no sólo en la ciencia política en general, sino en más de la mitad de sus sub-disciplinas. Estos autores son Gabriel Almond, Brian Barry, Robert Dahl, Arend Lijphart, Seymour M. Lipset, Mancur Olson, Kenneth Shepsle, Theda Skocpol, Barry Weingast y Sidney Verba.

Quisiera ligar esto que parece sólo un dato curioso a una breve revisión que desde hace poco he venido haciendo de los textos de ciencia política en la Biblioteca de EAFIT. Quizá lo que me impulsó a esto fue descubrir la inexistencia de los tags “ciencia política” o “ciencias políticas” en el campo de “Tema” del catálogo digital; por su parte, “filosofía” tiene 3156 entradas, “historia” 6196 y “economía” 2534. Pero volvamos a nuestros powerhouses. Me di a la tarea de averiguar cuántos textos de cada uno de ellos hay en la Biblioteca. Resumo en la tabla a la derecha lo que encontré:

De estos datos, sorprende que Almond y Verba, el dúo dinámico de la ciencia política funcionalista, sólo aparezcan cuatro veces entre ambos, una de ellas en conjunto. Igualmente, llama la atención que Lijphart no esté en la Biblioteca. No sorprende tanto que sean Barry –influyente en teoría y filosofía política– y Dahl (reconocido siempre) los que más textos tengan en la Biblioteca.

Pero Goodin y Klingemann no sólo hacen una lista de autores; también presentan el listado de los 14 libros más referenciados en el Manual. De esta lista, están en la Biblioteca solamente cuatro (el 28,6%): An economic theory of democracy (A. Downs), Instituciones, cambio institucional y desempeño económico (D. North), Teoría de la justicia y El liberalismo político (J. Rawls); salta a la vista que dos de los textos sean de utilidad para economistas, mientras que los de Rawls son de los más influyentes en el ámbito de la filosofía política contemporánea.

Dejo hasta aquí este corto artículo; escasean las palabras y deseo plantear una última reflexión: ¿Hasta qué punto es válido apostar por las ciencias políticas si se está dejando de lado su núcleo, la ciencia política?

Post scriptum: Entre la fecha de escritura de la columna y su publicación apareció, diríamos que “de milagro”, el tag “ciencias políticas” en el motor de búsqueda de la Biblioteca con 320 entradas. Ojalá sea un buen síntoma.

jueves, 16 de abril de 2009

Semana del politólogo



Esperamos una participación masiva de todos los estudiantes del pregrado de Ciencias Políticas de EAFIT. La jefatura y los estudiantes han hecho un trabajo arduo para organizar una semana de debate, reflexión e integración entre los futuros politólogos de la universidad y de otras universidades de Medellín. Esperamos verlos a todos.

lunes, 13 de abril de 2009

Del miedo a la esperanza...¿y de nuevo al miedo?

Por: Juan Diego Agudelo B.

Medellín, ciudad de contrastes únicos, y taninos particulares, acogió la violencia en su seno dos décadas atrás y fue indeleblemente marcada por la sombra de la violencia y la inseguridad. En sus calles, la agitada respiración de un mundo de sombras peligrosas, la copiosa desesperación de aquellos a los cuales los lenguajes de violencia recrudecían su entorno. Eran época de violencia en los barrios, narcotráfico, milicias populares, de ‘oficinas’, y grupos emergentes gracias a la actividad paramilitar, las amenazas latentes…tristemente visibles y eficientemente destructivas. La violencia servida como un medio de explotación económica, como un medio de ganar ‘reputación’ barrial, ganar aceptación en una esfera que adolecía de otros espacios de concertación y, menos aún, de disertación.
Se dio la construcción de lo imposible: un proceso de reconciliación impulsado por la pasada administración, que muy a pesar de sus detractores, en algún sentido –no del todo ingenuo- logró desmovilizar a los Bloques del paramilitarismo que operaban en la laderas de la ciudad, en aquellos lugares donde eran “gobierno”…donde representaban el orden y el castigo, maneras ajenas a la legalidad, pero propias, donde la historia del abandono institucional mina constantemente el desarrollo sostenido de nuestra sociedad. La casa, la calle y el barrio, le abrían las puertas a brindar una nueva oportunidad. La comunidad le daba la bienvenida a la realización de lo imposible y lo impensable: recibían la paz, la conciliación y el diálogo como una forma alterna de acercamiento y solución a la problemática del conflicto.
Se hablaba del regreso de la esperanza, como reemplazo de los regímenes de miedo. Esto, no duró del todo. Ha vuelto el sentimiento del ‘inminente riesgo’ a las calles de una Medellín, que no terminaba su tránsito hacia la paz, y ahora parece volverse sobre su pasado. Sería injusto culpar a la nueva administración…pues es un proceso ‘normal’. Los espacios dejados por aquellas hordas del terror, es un vacío incómodo para muchos, y una nueva oportunidad para otros. Es el reacomodamiento de aquellos espacios y de la oportunidad de hacer parte de una guerra lucrativa, que siempre y cuando sea lucrativa, parecerá no tener fin.
Finalmente propongo una breve conclusión, al tiempo de ser un espacio para invitar a la reflexión. Es tiempo de aunar esfuerzos, desde la administración, para hacerle frente a las problemáticas de violencia social actuales de nuestra ciudad. No soy partidario de la seguridad democrática, pero sí creo en la posibilidad de crear procesos de seguridad participativa, atendiendo a las particularidades del entorno socio-político de la ciudad. No se trata sólo de ser una ciudad solidaria –pues en lo competitivo se han perdido grandes espacios-, sino de crear oportunidades reales de desarrollo, de abandonar el modelo asistencialista, y darle paso a las grandes oportunidades de crear empresa, siendo el Estado, quien proveerá dichas herramientas y espacios necesarios para hacerlo. Se trata de generar las circunstancias particulares de equidad social y laboral, para equiparar cargas en un sistema capitalista que debe ser, ante todo responsable e incluyente. Así, la violencia no tendrá cabida como un motor de desarrollo, de riqueza, y quizás podamos soñar con su erradicación, en alguna forma, de la violencia de nuestra ciudad.

La vecindad


La Vecindad

Por: Santiago Silva Jaramillo


Juan Manuel Santos es un estratega, e incluso cuando parece haber cometido una imprudencia, ésta ha sido pensada con cuidado y sus efectos calculados suficientemente. Los acontecimientos de días pasados así lo demuestran. Santos declaró, como si nada, como cuando se hace una declaración en un paseo a Washington, que es parte de la legítima defensa de un país perseguir terroristas que lo amenazan en territorios de estados vecinos. Nuestros fraternales vecinos por supuesto, no dejaron pasar semejante oportunidad para despotricar del gobierno colombiano y las afirmaciones de su impertinente funcionario.

Esto no molestó demasiado a Santos, o por lo menos no debió haberlo hecho, pues sabe bien para ser presidente vale más un insulto de Chávez que un espaldarazo de Uribe. Esto se sostiene en el mismo razonamiento que lleva al gobierno venezolano y al ecuatoriano a fomentar el conflicto: las animosidades entre los países son muchas y pelear entre vecinos está dando votos. De la misma forma, Santos defendió en público lo que muchos colombianos creen. Donde estén los terroristas que dañan al país hay que atacarlos, no existen más consideraciones, si la principal función del estado es la protección de sus ciudadanos, las acciones que se adelanten en este sentido serán legitimas y justas.

Hasta entonces sin embargo, las cosas no eran del todo claras, e incluso algunos achacaban imprudencia y torpeza al ministro, pero el pasado 11 de marzo en Brasil, con la firma de un convenio que permitía, en pocas palabras, 60 kilómetros a lado y lado de la frontera de intervención en operaciones militares en caliente, la estrategia de Santos quedó clara. Iba más allá de un intento oportunista e irresponsable de ganar simpatías entre los colombianos, demostró, con un golpe magistral, que contra la intransigencia de ciertos vecinos para enfrentar al terrorismo y al narcotráfico, Brasil (papá Brasil) se muestra receptivo, prudente y colaborador. Un océano de distancia de la testarudez venezolana y ecuatoriana, al fin y al cabo, Lula mata Chávez, Lula mata Correa, hasta Obama está de acuerdo con esto.

Fue una jugada política, eso es claro, pues nadie defendería la intervención armada en otros países soberanos en la búsqueda de grupos ilegales públicamente. Este es un recurso necesario, que innegablemente todos los gobiernos que se enfrentan a tales amenazas tienen en buen recaudado, pero más allá de una medida extrema y esporádica, utilizada solo en casos excepcionales, convertirla en política estatal es una torpeza diplomática enorme y el malestar de los vecinos es de esperarse. De nuevo, lo haría, si fuera una jugada política, un golpe de opinión deliberadamente calculado. Aun así, todo el episodio, en especial su cierre con la firma del convenio en Brasil, demuestra que si los caminos diplomáticos funcionan bien, las voluntades son claras y se privilegia la cooperación, se pueden crear mecanismos beneficiosos para la vecindad.

Ciencias políticas para politólogos


Ciencias políticas para politólogos
Por: Federico Hoyos Salazar

“Zapatero a sus zapatos” lee un famoso adagio popular, de manera semejante podríamos decir: clases de política para estudiantes de ciencias políticas, o algo así. Digo lo anterior por que en nuestra universidad muchas de las clases que componen el pensum de Ciencias Políticas son compartidas por otros pre-grados como Comunicación Social y Derecho. Con respecto a esto nos podemos preguntar: ¿Deberíamos los estudiantes de política –como nos llaman algunos- ver materias con estudiantes de otras carreras?

Creo que está bien y que es normal compartir materias como matemáticas, Estadística y por supuesto los NFI con gentes de los más diversos estudios. Sin embargo no me parece adecuado que nos fijen en el mismo salón a estudiantes de Comunicación, Derecho y Ciencias Políticas para materias como: Derecho Internacional Público, Teorías del Desarrollo, Análisis de la opinión pública y algunas más. Digo que no está bien por diferentes razones.

Primero, como a todos nos explicaron en primer semestre en la clase de Introducción a la Ciencia Política, el derecho, la economía y la política antes se conjugaban dentro de la carrera de Derecho o jurisprudencia. Luego, con el paso de los años estas disciplinas se separaron y formaron las carreras de Economía y Ciencia Política respectivamente. Hago este brevísimo recuento histórico para que recordemos que al ser el Derecho y la Ciencia Política carreras disímiles –aunque muchas personas piensen lo contrario- no conviene mezclarlas en algunas asignaturas. En cuanto a nuestras diferencias con Comunicación Social no hay que decir mucho, es evidente que somos desiguales; nos ocupamos de temas diferentes y estudiamos contenidos diferentes. Por lo tanto creo que tampoco es conveniente que nos metan a ambos dentro del mismo saco académico.

Segundo: Es bastante incómodo que los profesores que dictan la misma materia para estudiantes de Política y Derecho o Comunicación y Política, tengan que estar haciendo constantemente en sus clases distinciones respecto a algunos temas debido a la heterogeneidad disciplinaria de los estudiantes. Muchos hemos oído frases celebres que van más o menos así: “Como los estudiantes de Derecho deben entender mejor…” ¡Qué jartera! Constantemente debemos sufrir el hecho de que algunos estudiantes de otras carreras estén mejor preparados que nosotros en algunos temas o por el contrario que estén poco instruidos en otras. De esta forma nos tenemos que acomodar como sea al molde de la asignatura. En otras palabras, hay clases que son pensadas y dirigidas para estudiantes de Derecho, otras para Comunicación y otras para Ciencias Políticas no para las tres. Esta es la dificultad.

Tercero y último: La pluralidad de intereses de los estudiantes de las ya mencionadas carreras pueden hacer que el contenido de la clase se distorsione. Así en una clase de derecho la interpretación jurídica de un estudiante de Política no será tan afortunada como la de un futuro abogado y, de igual manera sucede en una clase de Política con la intervención de un futuro comunicador frente a un determinado tema politológico o viceversa.

Para concluir y esperando que con el anterior párrafo no haya sonado como la señorita Antioquia, quiero decir que la idea no es volvernos sectarios ni intransigentes con estudiantes de otros pre grados, no, para nada. La idea es que busquemos entre todos una solución que contribuya al afinamiento de nuestra formación profesional y así ganamos todos.

Por si las moscas: Ya salió la película W. del director Oliver Stone. La película trata de la vida de George W. Bush, desde sus años juveniles en la Universidad de Yale hasta su llegada a la Oficina Oval. Vale la pena verla y discutirla; yo la tengo, hagamos plan.

"Lazos de amistad"


“Lazos de amistad”

Por: Santiago Silva Jaramillo*


Los realistas tienen razón, siempre la han tenido. Las relaciones internacionales de los países son dictadas por sus propios intereses, cuando chocan o confluyen, en la confrontación o la cooperación. Por eso es extraño que se dudara de tal manera de la continuidad de las buenas relaciones entre Estados Unidos y Colombia. Si, el cambio de gobierno (y de agenda) parecía insinuarlo, pero si las circunstancias globales, estratégicas y geopolíticas son similares, también lo será la conveniencia de las buenas relaciones. Pues ¿si el Orden Global permanece igual, por qué habría de cambiar el sistema de alianzas?

Y los intereses, que también pueden ser coyunturales por supuesto, se determinan, la mayoría de las veces, por condiciones geopolíticas y geoestratégicas que no cambian con facilidad. Aun cuando Washington pudiera renegar de la amistad de Bogotá los intereses superiores de su estado lo obligarían a replantear tal decisión. Las prioridades de los estadounidenses y de su gobierno pueden cambiar, pero Latinoamérica y Colombia seguirán siendo importantes para su nación, lo quieran o no, les intereses o no.

La animosidad creciente hacia Estados Unidos en la región, que ni siquiera el nuevo gobierno ha podido contrarrestar. La lucha contra el narcotráfico, y la dicotomía entre guerra y legalización. La continuidad de la tristemente célebre Guerra contra el Terrorismo y el potencial de inestabilidad que le es inherente. Y la pérdida exponencial de su influencia en Latinoamérica, robada poco a poco por líderes carismáticos o potencias silenciosas. Todos elementos que obligan a Estados Unidos a mirar al sur y a buscar aliados donde le quedan pocos.

Colombia necesita de un aliado poderoso, que le apoye en su lucha contra el narcotráfico y el terrorismo y sirva de soporte a su aislamiento regional y Estados Unidos necesita un aliado en una región que le es crucial, que le odia y donde busca recuperar su influencia. La necesidad dicta la alianza. Obviando la amistad, la vecindad o las comuniones históricas o culturales, si sirve a los intereses de un país, si le es necesario para promoverlos o preservarlos, se olvidan otras variables, se prescinde de otras consideraciones.

La Colombia Bipolar y el peligro de los extremos.


La Colombia Bipolar y el peligro de los extremos.

Por:Juan Diego Agudelo Botero


“Sos ‘rojo’…sos ‘azul’…”; era el grito coloquial de aquellos partidarios de la sangre partidista, el alarido de aquellos conservadores y liberales que se mutilaban entre sí, para dejar un país tajado, cortado y la unidad nacional de la república esparcida en los miembros de sus víctimas. Enmarcados en la Violencia bipartidista, en la defensa del “color” político que daba un estandarte, un pendón que representaba los ideales distorsionados de una realidad tan aparente, como la disposición a la muerte. Luego se oía el clásico “sos del ‘M’…sos ‘UP’, con el que la dominante derecha colombiana atacaba a movimientos sociales y estudiantiles, de los años 70’s y 80’s en nuestro país, marcado por un Frente, que desde todo punto de vista, carecía de democracia participativa, tan irreal como el discurso “público” de Laureano Gómez. Se oía un ardido grito en contra de las marchas y revoluciones estudiantiles inspiradas en el comunismo en masa de las políticas sociales de ‘la madre Rusia’, y también de los movimientos ‘Hippistas’ y raciales de los EEUU. O sea contra aquellos que mancillaban la honra de las élites sociales nacionales y contra el orden establecido.

Craso error de nuestra historia, ha sido pretender agotar las posibilidades de la diferencia, aplastar las conciencias de aquellos que no negocian su integridad y exigen cambios sociales, políticos y culturales de fondo, en el trasfondo de una realidad social de doble moral, donde el asesinato de líderes sindicales, intelectuales y académicos, marcaban a la perfección, como un reloj, las rupturas del entramado social a gran escala.

Sin embargo, la polarización de nuestro país comenzando el siglo XXI, es aún más preocupante, y por ello, rabiosamente la expongo. Y es con rabia, porque no me parece prudente ni coherente que ahora quien hable de izquierdas, de “Polos” sea un guerrillero de las FARC, y quien hable por el uribismo o la derecha, sea un paramilitar. Menos aún, que exista cierto “romance” cultural con la cura de una enfermedad, que se volvió un mal peor, es decir, que haya afinidad con el paramilitarismo. Necesitamos construir país desde la institucionalidad, no desde la clandestinidad; necesitamos creer en la unidad, no en “los de arriba” y en “los de abajo”; urgimos contar con la solidaridad de las políticas sociales, y la competitividad de algunos sectores privados, enmarcados en la democracia y la formación de una conciencia de país más arraigada que nunca. Debemos fundar nuestra visión de nación, en la pluralidad, el respeto por la diferencia y sobre todo, en la libertad, entendida como eso…como verdadera libertad.

Política comparada: sustancia y método


Política comparada: sustancia y método

Por: Jose Antonio Fortou R.
jfortour@eafit.edu.co

Ante la imposibilidad de experimentar con la realidad política, los politólogos nos vemos abocados necesariamente a comparar; la comparación es nuestra herramienta principal. Sea de forma cualitativa o cuantitativa, con pocos o muchos casos, la comparación permite arrojar luces sobre distintos procesos políticos. La idea de un vínculo directo entre democracia y desarrollo económico, tan atractiva, es fruto de estudios seminales en política comparada. El debate, que en Colombia va y viene, sobre si un régimen parlamentario es preferible a uno presidencial es sólo abordable desde una perspectiva comparada que permita entender cada opción, sus condiciones y la posibilidad de trasladarla a otros espacios. Incluso la filosofía normativa debe, para saber qué es lo “bueno”, comparar.

Como método, la comparación muestra sus virtudes. Permite ver similitudes y diferencias: entre casos similares, deja distinguir el efecto de variables, mientras que entre casos disímiles permite entrever constantes. Es útil cierto nivel de estadística, pero no esencial. Estudios con un número de casos reducido, pese a dificultar las generalizaciones, abrazan la complejidad de la política y prometen un análisis más detallado en el cual los casos no se ven reducidos a uno entre muchos y resaltan sus cualidades individuales (o compartidas). Además, la política comparada no es un método meramente estadístico, pues ante un caso atípico no busca sólo corregir el modelo, sino preguntarse “¿por qué?”.

Pero la política comparada se define no sólo metodológicamente, sino también sustancialmente. En la mayoría de ocasiones, la unidad de análisis de los estudios en política comparada son países o unidades macro-sociales (y sus procesos o instituciones); a veces, caben análisis de unidades geográficas más pequeñas o de una misma unidad a través del tiempo. Desde esta óptica, se han desarrollado temas clave para la ciencia política como cultura política, sistemas de partidos y elecciones, regímenes políticos, políticas públicas y democracia.

Se empieza a esbozar así que el método comparativo no es exclusivo de la política comparada, como tampoco lo es su sustancia: la comparación es común a las ciencias sociales y el interés en los países es general en la ciencia política. Por esta misma especificidad limitada, es necesario que la política comparada como área distinta se defina en virtud tanto de su método como de su sustancia.

Ahora bien, cualquiera puede comparar. Pero para comparar bien (y sostengo que queremos hacerlo), hace falta formación.

Uribista anti re-reeleccionista


Uribista anti re-reeleccionista

Por: Santiago Silva Jaramillo


Lo acepto, soy un uribista anti re-reeleccionista. No me gusta la segunda reelección de Álvaro Uribe, por más que lo crea un líder capaz y un presidente juicioso y me identifique con varios de los postulados que defiende su gobierno. No me gusta sin embargo, mis razones no sean tan populares entre los anti reeleccionistas. Que afecta las instituciones, que destroza el equilibrio de poderes, que es un atentado a la democracia, que es una muestra de caudillismo, que estanca a toda una generación política. Todo eso es cierto, pero quiero tratar una razón diferente.

Gran parte de ser un hombre de estado, de ser presidente, de dedicar su vida al trabajo en las entidades públicas y aspirar a los cargos de elección popular siguiendo preocupaciones políticas, es la idea de dejar un legado. La posteridad acecha, o por lo menos, debería acechar a los estadistas. Muchos parecen tomar la insistencia de Uribe en continuar con la seguridad democrática, la confianza inversionista y la responsabilidad social, como una excusa que esconde sus verdaderas intenciones de perpetuarse en el poder. Yo no, disculpen la inocencia, pero yo le creo. Estoy seguro que un gran componente de su indecisión (porque aceptémoslo, el resto es cálculo político) corresponde al papel que tendrá que desempeñar una vez sea ex presidente y una vez esté muerto. Creo que lo atormentan los años post Casa de Nariño, post consejo comunal del sábado por la tarde, por no hablar del recuerdo que tendrán de él los colombianos después de su deceso.

Y en esa indecisión, también reside mi inquietud. ¿Cómo quiere Uribe que lo vean las generaciones futuras?, ¿cuál quiere que sea su papel en la posteridad? Porque es claro, incluso para sus detractores, que el gobierno del presidente ocupará un capítulo importante en la historia del país. El cómo se juzgará depende de muchas cosas, la sentencia variará, estoy seguro, según Uribe sepa terminar bien o mal su mandato. Y por supuesto, en mi calidad de uribista anti re-reeleccionista, creo que la segunda reelección es la peor forma en la que el presidente puede coronar su gobierno. No sólo por las razones mencionadas anteriormente, sino porque la probabilidad de que este tercer mandato no sea como los anteriores es muy alta. Después de un primer buen gobierno y un segundo regular, es inevitable que venga uno pésimo.

Que Uribe piense en las instituciones y en la democracia colombiana, que piense en su legado y en la posteridad, que piense en los que lo hemos seguido con reservas, pero con lealtad, en los que lo odian y en los que lo aman. Que piense en todos y en él mismo, que se haga a un lado y que no se lance, por su bien y el de todos nosotros.


¿Cuál será el camino ahora?


Ver imagen en tamaño completo¿Cuál será el camino ahora?

Por:Rafael Ricardo Alarcón Acosta


Por fin, y felizmente con éxito, se dio la semana pasada la liberación de 6 secuestrados en poder de las FARC –un miembro del ejército, tres de la policía, el ex-gobernador del Meta Allan Jara y el ex-congresista Sigifredo López–; y digo felizmente con éxito debido a esa serie de elementos que caracterizaron este proceso de liberación y lo hicieron tenso, contradictorio, sospechoso y en momentos muy lento. Bien quedan varios temas para el debate o para aclarar posiciones, el papel y la responsabilidad de la prensa para cubrir eventos como este, los intereses ocultos y el rompimiento de compromisos por parte del gobierno, las FARC y la comisión de civiles.

Sin embargo, y dejando constancia de la importancia de discutir lo que dejaron los eventos la semana pasada, considero que hay un aspecto que predomina sobre los demás. Lo más relevante luego de la liberación de estos seis secuestrados es contestar algunas preguntas: ¿cuál será el camino para próximas liberaciones?, ¿qué posición podrá tomar el gobierno?, ¿cómo traer a los pocos canjeables que quedan?, ¿qué hacer con aquellos secuestrados que no se consideran canjeables y su secuestro es netamente extorsivo?

Acuerdo humanitario, liberaciones unilaterales del gobierno para incentivar a las FARC a hacer lo mismo, liberación por medio de operativos militares y la segunda parte de la operación Jaque son opciones que defenderán algunos y criticarán otros, en el marco del debate para responder las anteriores preguntas.

Ahora bien, tengo que manifestar que en lo personal, en cuanto a seguidor del accionar del gobierno y el rechazo permanente de las FARC, lo que representa, su proceder y sus intenciones, considero necesario que el gobierno opte por tomar el camino de la negociación y el acuerdo humanitario –que no es más que un nombre bonito para esconder un vil trueque de personas en el siglo XXI–. Y en esto no veo una debilidad o brazo a torcer en la posición y dignidad del gobierno del presidente Uribe, ni mucho menos la recuperación de la capacidad del las FARC en el terreno de la negociación; sino la posibilidad franca y abierta de que el gobierno use su momento de fortalecimiento, superioridad y mayor credibilidad frente al enemigo para plantear un tipo de negociación, si bien agresiva, llegue a ser exitosa y logre que todos los secuestrados regresen a sus hogares.

Es hora que el gobierno, en calidad de triunfador parcial y potencial, opte por un camino diferente a la aniquilación total del enemigo, y decida extender la mano, hacer uso del corazón grande y buscar afanosamente, si bien no el fin del conflicto, si la liberación de todos aquellos –tanto los canjeables, como quienes no se consideran como tal– en poder de las FARC. Recuerdo ahora una fantástica escena de la película gladiador en la que Máximo, el protagonista, quien contradiciendo en dictamen del Emperador, decide perdonar la vida de su rival al cual lealmente ha vencido, y esto produce que desde las graderías y de forma multitudinaria, los asistentes le gritan ¡Máximo el magnánimo! Espero que inteligentemente el presidente Uribe, sin llegar al punto de hacerse llamar magnánimo, encuentre en su buen entender alguna buena estrategia de negociación para llevar a cabo ese mal llamado acuerdo humanitario.