martes, 12 de mayo de 2009

El peligro de abdicar

Por: Santiago Silva



El valle de Swat se encuentra a pocas horas de camino al norte de Islamabad, capital de Pakistán, y desde febrero rige allí la sharia o ley islámica. Aquella era una de las condiciones que los talibanes exigieron al gobierno pakistaní antes de firmar un cese al fuego. Las autoridades pakistaníes, e incluso algunos analistas internacionales, se mostraron conformes con aquella negociación, que había evitado un mayor derramamiento de sangre al otorgar el control del valle de Swat a los talibanes, si aceptaban desarmarse y obedecer al gobierno federal. Por supuesto, no cumplieron. Pronto los reportes de ejecuciones sumarias y otros desmanes con la población local por parte del Talibán amenazaron la insipiente tregua. No se detuvieron allí, evitaron desarmarse y continuaron su avance camino a Islamabad. Su pretensión de tomar el control del país no se detuvo por un simple cese al fuego.

La preocupación en la comunidad internacional aumentó y la Casa Blanca incluso reprendió fuertemente a sus aliados en Islamabad. Hillary Clinton, secretaria de Estado estadounidense, acusó a los líderes pakistaníes de abdicar ante los talibanes, la perspectiva de perder el control en Pakistán ante los extremistas es aterradora. Pues no sólo es el país una potencia nuclear, sino que juega un papel fundamental en la guerra en Afganistán que libra Estados Unidos y en el futuro de la guerra contra el terrorismo islamista. El ejército contraatacó, con torpeza y lentitud, pero una semana después logró recuperar Buner, ciudad estratégica para controlar el camino desde el territorio controlado por el Talibán hasta la capital. Los vítores lanzados por los líderes pakistaníes después de esta victoria militar no disuadir a nadie de la tensa situación que vive el país y lo cerca que está de desmoronarse.

Las negociaciones con los talibanes se habían realizado con evocaciones a un supuesto pragmatismo. Los líderes pakistaníes incluso ponían como ejemplo los pactos con los que el ejército estadounidense había pacificado ciertas zonas en Irak. Lo cierto es que Pakistán muestra una incapacidad absoluta para lidiar con los talibanes, la organización extremista ha logrado infiltrar los estamentos del gobierno en las provincias y recibe apoyo de ciertos sectores sociales y clericales. Por otro lado, las prioridades históricas de Pakistán lo han obligado a ver en India a su enemigo natural y han evitado que enfrente las amenazas que incrementan su inestabilidad, provenientes de otras fronteras.

Así pues, intentando evitar un incremento de la violencia, los pakistaníes terminaron cediendo ante las exigencias de los talibanes. Éstos, según reportan los medios internacionales, continúan las hostilidades y los desplazados de las zonas de combate ya superan los cientos de miles. La situación en Pakistán es pues en extremo preocupante, pero sobre todo, es una lección, para quienes estén dispuestos a aprenderla, de los peligros que conlleva rendirse con demasiada facilidad a los supuestos beneficios de negociar con el terrorismo.

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