lunes, 13 de abril de 2009

Del miedo a la esperanza...¿y de nuevo al miedo?

Por: Juan Diego Agudelo B.

Medellín, ciudad de contrastes únicos, y taninos particulares, acogió la violencia en su seno dos décadas atrás y fue indeleblemente marcada por la sombra de la violencia y la inseguridad. En sus calles, la agitada respiración de un mundo de sombras peligrosas, la copiosa desesperación de aquellos a los cuales los lenguajes de violencia recrudecían su entorno. Eran época de violencia en los barrios, narcotráfico, milicias populares, de ‘oficinas’, y grupos emergentes gracias a la actividad paramilitar, las amenazas latentes…tristemente visibles y eficientemente destructivas. La violencia servida como un medio de explotación económica, como un medio de ganar ‘reputación’ barrial, ganar aceptación en una esfera que adolecía de otros espacios de concertación y, menos aún, de disertación.
Se dio la construcción de lo imposible: un proceso de reconciliación impulsado por la pasada administración, que muy a pesar de sus detractores, en algún sentido –no del todo ingenuo- logró desmovilizar a los Bloques del paramilitarismo que operaban en la laderas de la ciudad, en aquellos lugares donde eran “gobierno”…donde representaban el orden y el castigo, maneras ajenas a la legalidad, pero propias, donde la historia del abandono institucional mina constantemente el desarrollo sostenido de nuestra sociedad. La casa, la calle y el barrio, le abrían las puertas a brindar una nueva oportunidad. La comunidad le daba la bienvenida a la realización de lo imposible y lo impensable: recibían la paz, la conciliación y el diálogo como una forma alterna de acercamiento y solución a la problemática del conflicto.
Se hablaba del regreso de la esperanza, como reemplazo de los regímenes de miedo. Esto, no duró del todo. Ha vuelto el sentimiento del ‘inminente riesgo’ a las calles de una Medellín, que no terminaba su tránsito hacia la paz, y ahora parece volverse sobre su pasado. Sería injusto culpar a la nueva administración…pues es un proceso ‘normal’. Los espacios dejados por aquellas hordas del terror, es un vacío incómodo para muchos, y una nueva oportunidad para otros. Es el reacomodamiento de aquellos espacios y de la oportunidad de hacer parte de una guerra lucrativa, que siempre y cuando sea lucrativa, parecerá no tener fin.
Finalmente propongo una breve conclusión, al tiempo de ser un espacio para invitar a la reflexión. Es tiempo de aunar esfuerzos, desde la administración, para hacerle frente a las problemáticas de violencia social actuales de nuestra ciudad. No soy partidario de la seguridad democrática, pero sí creo en la posibilidad de crear procesos de seguridad participativa, atendiendo a las particularidades del entorno socio-político de la ciudad. No se trata sólo de ser una ciudad solidaria –pues en lo competitivo se han perdido grandes espacios-, sino de crear oportunidades reales de desarrollo, de abandonar el modelo asistencialista, y darle paso a las grandes oportunidades de crear empresa, siendo el Estado, quien proveerá dichas herramientas y espacios necesarios para hacerlo. Se trata de generar las circunstancias particulares de equidad social y laboral, para equiparar cargas en un sistema capitalista que debe ser, ante todo responsable e incluyente. Así, la violencia no tendrá cabida como un motor de desarrollo, de riqueza, y quizás podamos soñar con su erradicación, en alguna forma, de la violencia de nuestra ciudad.

1 comentario:

Laura Gallego dijo...

Juan, creo que es exagerado sostener que "ha vuelto el sentimiento del ‘inminente riesgo’ a las calles de una Medellín, que no terminaba su tránsito hacia la paz, y ahora parece volverse sobre su pasado." es necesario matizar este asunto. por lo demas, me parece un muy buen articulo. un abrazo,